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Las librerías están vivas.

Boletín de la Librería, Semana 31 – Año 2023

Mi nombre es Josué González y soy un librero de viejo. Hace más de una década, mi amigo Sergio y yo fundamos Librero en Andanzas. Desde entonces, hemos recorrido brechas, senderos, caminos arbolados, rutas de retorno y acantilados que nos han llevado una y otra vez a la idea original.

Al principio, imaginábamos una vida diferente, en la que trabajaríamos solo dos días a la semana, con tiempo de sobra para leer, viajar y jugar al ajedrez. Hace tanto tiempo que no juego al ajedrez.

Quiero compartir una foto de aquellos tiempos, de la primera Feria de Libro Antiguo y de Ocasión en la que participamos como Librero en Andanzas. La feria fue organizada por César Sánchez, un prestigioso librero de la Ciudad de México, líder de la Coalición de Libreros, que en ese momento agrupaba a la mayoría de los libreros de la ciudad. El Casino Metropolitano, donde se llevó a cabo la feria, está ubicado en la calle Tacuba, cerca del Café Tacuba, al lado del Museo de Economía, de una antigua perfumería, del Museo del Ejército, del Palacio de Minería, de la Plaza Tolsa y del Museo Nacional de Arte. Seguramente hay muchos otros lugares importantes que no menciono.

La Feria del Libro Antiguo y de Ocasión coincidió con la Feria del Libro del Palacio de Minería y con otro evento, el Remate de libros del Callejón Condesa. El Callejón de la Condesa está al lado del Palacio de Minería y del Palacio Postal, uno de mis edificios favoritos en la Ciudad de México.

Nos ubicamos en la primera planta, en un salón enorme. En mi memoria, para llegar subíamos por unas escaleras de mármol con detalles de herrería en los barandales y en los pasamanos. Esculturas de mármol adornaban los espacios y medio muros. El primer salón, que hacía de recibidor, tenía doble altura, con un gran ventanal que daba a la calle, pinturas, floreros, esculturas y una duela que amortiguaba los pasos.

El espacio disponible para la feria se dividía en tres áreas: una galería abierta de doble altura con un pequeño foro y un templete para los conferenciantes; un espacio abierto que albergaba a decenas de libreros, por donde el público entraba a la exposición; y un salón más privado y elegante, decorado con espejos enormes y molduras en el techo y en los muros, aunque la iluminación no era la más adecuada para nuestro propósito.

Llegamos a la feria con un objetivo claro: vender todos los libros que llevábamos. Nos presentamos con uniformes que llevaban el logo de Andanzas, camisas y gorras a juego, bolsas de tela al estilo de la librería de Achar, nuestros separadores, regalamos pines y sonreíamos todo el tiempo, llenos de entusiasmo.

Nos fue bien, a los colegas también les fue bien y a los lectores aún mejor. Al final de la feria, el Tigre, un colega que colaboró con nosotros, comenzó a subastar los libros que quedaban en el stand de Andanzas hasta agotarlos.

Cumplimos nuestro propósito y, en el camino, encontramos buenos colegas y cazadores de libros que, al igual que nosotros, no dejan de buscar y maravillarse.

Les comparto esta anécdota porque esta semana ha sido de planificación sobre el futuro de Librero en Andanzas. Esta reflexión me lleva a mirar al pasado para seguir adelante. El sueño que comenzó con dos personas en un Tsuru comprando libros por toda la ciudad se ha convertido en una comunidad de cazadores de libros que comparten el asombro y el gusto por descubrir, más allá de la bibliofilia y de la bibliomanía.

Qué emotivo es compartir este mensaje. Gracias, amigos, por ir a las librerías a comprar libros, por participar en línea, y gracias, colegas, por visitarnos en la bodega. Aprecio mucho su apoyo.

Saludos,

Josué

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