Los libros sólo revelan su verdadero valor ante los ojos de quien sabe lo que tiene en las manos.

Todos los días llegan miles de libros nuevos a la bodega. La primera vez que lo ví no podía creerlo. Antes de verlos me era imposible imaginar cómo se verían tantos libros juntos pero allí estaban, acomodados uno sobre otro hasta crear un infinito de libros que en realidad solo Sergio Núñez conoce a la perfección.
Durante la mañana llegan las camionetas repletas de cajas y los chicos encargados de mover los libros abren el enorme portón y se abren paso, con una caja a la vez, entre los pasillos llenos de libros hasta el centro de la enorme bodega.

Allí, el trabajo de estibar es bastante hipnótico. Los libros son transportados en cajas muy parecidas que deben acomodarse de forma que no se desperdicie espacio. Tiene que caber lo más posible y no deben maltratarse, como si fuera una versión para gigantes de un juego de tetris. Uno se acostumbra y se crea una manía en ello.
Es entonces cuando Sergio sale de las oficinas y entra en el corazón de la bodega. De todos nosotros, él es quien más sabe. Sergio es un verdadero librero y acá todos lo admiramos y tratamos de mantenernos cerca de él para aprender lo más posible. Él ve los libros y los va separando, convirtiendo una enorme pila de cajas en muchos montones de libros, separados en autores, temas o colecciones.

Al final de un día entre libros, Sergio, feliz de haber terminado una jornada más haciendo un trabajo que le encanta, se retira de la bodega esperando mañana encontrarse con nuevo libros en espera de ser atendidos.