Cada último viernes del mes, el patio de una bodega poco convencional se transforma en un paraíso literario. Una carpa se erige majestuosa, albergando mesas y anaqueles que resguardan cerca de tres mil ejemplares cuidadosamente seleccionados, esperando ser descubiertos. A las 10:00 en punto, diez libreros, expertos en áreas tan variadas como la historia de México y la teología, la filosofía y la sociología, matemáticas y literatura, cruzan el umbral.
Aunque la cita es a las 10:00, el zumbido de la anticipación comienza desde las 8:30, con bibliófilos viajando desde rincones tan distantes de la metrópoli como Ajusco y Xochimilco, Cuautitlán Izcalli y Chimalhuacán. Todos se congregan en el fraccionamiento Ojo de Agua, un oasis literario insospechado.
La atmósfera es eléctrica al inicio, cada librero con la mirada afilada, buscando tesoros escondidos entre las páginas amarillentas y portadas desgastadas. Las “piezas” más preciadas son la presa, y los dedos ágiles y ojos entrenados se mueven con rapidez.
A medida que las primeras selecciones se hacen, la intensidad se disipa, dando paso a un ambiente más relajado. Alrededor de una hora después, el aire se llena con el aroma de tamales recién hechos y café fuerte, marcando el inicio de un desayuno comunal.
El mediodía trae consigo una camaradería innegable. Entre bocados y sorbos, se tejen historias de ferias pasadas y ventas memorables, de primeras ediciones adquiridas y tesoros literarios malbaratados. El chisme libresco es una danza familiar, una mezcla de nostalgia, victorias silenciosas y oportunidades perdidas y encontradas.
La bodega, más que un espacio de almacenamiento, es un santuario para los libreros, un espacio donde las historias, tanto impresas como compartidas, cobran vida.
Y hay noticias emocionantes en el horizonte: una nueva fecha mensual se abrirá pronto, una invitación extendida a más almas que encuentran refugio y revelación entre las páginas de un libro. Mantengan sus ojos bien abiertos y sus corazones preparados: los tesoros inexplorados y las historias no contadas aún aguardan en los anaqueles de este rincón literario secreto.
Este es un testimonio del poder perdurable y la magia inmutable de los libros, un recordatorio de que, en cada rincón olvidado y en cada página desgastada, hay un mundo esperando ser descubierto.

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