A veces, la lectura no es algo simplemente placentero y ya. Quienes somos lectores sabemos que en muchas ocasiones debemos pelear contra la flojera, el cansancio y el tiempo. Así, cuando llegamos a un pasaje especialmente pesado abandonamos la lectura. Luego, el trabajo, la escuela o los deberes en casa nos absorben y el tiempo, que nunca es suficiente, nos impide regresar a donde nos quedamos.
Al final, cuando volvemos a tomar el libro, ya ni siquiera recordamos bien la historia.

Por eso debemos de convertir el acto de leer en un ritual que repetimos día a día. Eso es lo que realmente significa tener “el hábito de la lectura”, darnos ese tiempo, por más breve que sea, todos los días, como una ceremonia que tiene como fin el disfrutar de la belleza que solo los libros pueden darnos.
Así, esa hora de espera en alguna cafetería, los minutos que esperamos a conciliar el sueño, el tedio del transporte público o los días en los que el trabajo se queda estático, se convierten en momentos memorables a través del poder de las palabras.

Todos podemos encontrar esos momentos y esos elementos que nos ayudan a concentrarnos. El asunto es no rendirse y seguir intentando. Al final, el placer que nos da leer un buen libro y el crecimiento personal que nos dejan, va más allá de los obstáculos que tengamos que vencer.