Aún recuerdo el día que llego Gabriela, entro por la puerta principal vestía una bufanda verde y sus lentes dorados semiredondos, llevaba consigo una caja llena de libros, que a decir por su propias palabras eran el último recuerdo y legado de su padre. Siempre pensó en conservar lo que fue más importante de su padre, aquello que marcó y generó un impacto durante su vida, sin embargo, es momento de crecer, de tomar sus propios impactos y buscar lo que generé en ella, como esa beca, que la aleja y no retiene de quedarse más, su pies tomaron vuelo y su vida ahora es en Canadá.
Ha tenido opciones, pero ellos nunca comprendieron y valoraron el gusto que tenía Don Raúl, la opción de dejarlos con los familiares fue poco a poco descartándose a causa de la insensibilidad de sus parientes. Aquel impacto fue decepcionante, a su regreso de ese posgrado encontró lo que un día fue una hermosa biblioteca llena de historias y magia, perderse dentro de unas cajas, minimizando el valor de tantas historias llenas de vida y tanto que entregar aún. ¿Qué habían hecho? ¿Por qué no podían entenderlo? Él vivía aún en esos libros ¿Es que acaso nunca fue parte de la familia como todos los demás? Lo único que pedía era un espacio más, un lugar dónde abrazar en letras y respirar tranquilidad con una historia ajena.
Toda remodelación debería contemplar el espacio para los libros y sus parientes, sin una pizca de sentido y tacto, convirtieron un templo de ilusiones e imaginación en un simple centro de entretenimiento… Desechando toda idea que alguna vez Don Raúl plasmo en su casa, esa misma ubicada en el sur de la ciudad donde al llegar su primera preocupación radico en el mejor lugar, el ambiente adecuado dónde la humedad fuera mínima, pues era importante para conservar las hojas que contenían trayectos, desarrollos e historias. ¡Cómo amaba su preciada biblioteca!
Con el tiempo enseño aquel amor, y delegó a la familia un inmenso amor a la lectura, el respeto a los libros, el amor por un buen hábito, la lectura.
Al ser ahora solo dos los encargados de mantener y prosperar esa enseñanza, ambos con sus vidas construidas, con sus procesos de vida fuera del país madre que les vio crecer, con hogares a miles de distancia de esos libros que les vieron crecer, no hay mucho que hacer.
Hoy lo material no es lo más importante, ha recordado esa frase que su padre alguna vez le menciono: toda decisión acerca de sus bienes será solo para ella y el perfecto interés de cubrir cada una de sus necesidades.
Lo material no es lo importante, repito una vez más, hemos sido esclavos de posesiones materiales, creyendo que si lo dejamos ir olvidaremos nuestras memorias, nuestros recuerdos y el valor. Sin embargo, hay que entender que la memoria tiene una caja también en el corazón, donde lo preciado al igual que como una caja fuerte, va guardado con la llave de un legado.
Es así que ha escogido los que aún tiene mucho para entregarle guardados con cuidado en lo poco que elige de equipaje: la odisea en una pequeña versión de la colección crisol, la primera edición autografiado por el mismo Azuela.
Hoy Gabriela llegó temprano, con una biblioteca dentro del camión de mudanzas, le he mencionado de nuestra labor de ir por bibliotecas enteras la hacemos nosotros a domicilio y sin costo.
Ella dijo que prefería ver en persona el lugar donde se quedarían los libros que le confirieron su infancia, que le ayudaron durante su adolescencia y le hicieron compartir memorias increíbles con su padre.
Hoy no nos han dejado simples libros más, hoy nos han entregado historias, nos entregaron un legado de amor y cuidado a la lectura a cada historia.