
Años vagando, me dijo un tipo una vez. Estábamos guareciéndonos de la lluvia. Él me habló de la bodega de Librero en Andanzas, en la calle de Andes. Un lugar legendario para cazadores de libros. Venían de toda la ciudad, de lugares cercanos como Puebla, Morelos, Hidalgo, y de lejos, de Guadalajara, Morelia, Aguascalientes, incluso de Tijuana. Todos rumbo a la Bodega de Andanzas.
Un lugar peculiar, casi oculto. Entrabas por un pasillo y parecía que entrabas a una vecindad. Pero pronto notabas algo diferente, si eras observador. Diablillos con cajas de libros en lugar de bicicletas. Ventanas expulsando libros. Y adentro, un escenario asombroso: mesas de trabajo de gran tamaño, rodeadas de libros. Debajo de ellas, libros. Encima de ellas, libreros llenos de libros. Libros sobre libros. Para cazadores de libros como nosotros, era un lugar mágico.
Nos reuníamos una vez al mes. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Llegábamos temprano. Era fácil reconocernos: el explorador, el erudito, el maestro, el comerciante, el narrador, el mentor, el curador, el detective. Nos confiábamos mutuamente, como cazadores errantes de libros.
Sergio, Alberto, Josué, Cristal, Jazmín, Samara, Carlos, Gustavo, Edith, Cristobal, Omar, Leonardo, Yolo, Dani, Adán, Zuli… tantos cuidaron de ese templo, el refugio de los cazadores de libros. Siempre quise ser como ellos.
Pero la historia no termina aquí, amigos. Ese sitio cerró. Los años oscuros que nos mantuvieron inmóviles han pasado. Pero escuchen, son buenas noticias. Estamos en pie. Y convertiremos cada librería de Librero en Andanzas en refugios para cazadores de libros. Porque eso es lo que somos, cazadores de libros. Lo sabes. Tú también lo eres.