Erick era un joven apasionado por muchas cosas, sin embargo, había un pequeño detalle que le faltaba a su vida, no era un lector asiduo.
Su novia, Diana, era todo lo contrario. Era una amante de los libros y una devoradora de historias. Siempre intentaba compartir su pasión por la lectura con Erick, pero él siempre encontraba alguna excusa para evitar leer.
Un día, ella decidió que era hora de hacer algo al respecto. Sabía que la lectura podía enriquecer la vida de Erick de una manera que él aún no podía comprender, así que planeó una sorpresa especial. Compró un libro que sabía que podría captar la atención de su novio y se lo escondió en la mochila.
Cuando Erick ya estaba en casa encontró el libro y, aunque supo al instante quien lo había metido allí, no pudo evitar mirarlo con curiosidad, preguntándose qué podría decir. Aunque un poco escéptico, finalmente decidió darle una oportunidad. Empezó a leer el primer capítulo y, para su sorpresa, se encontró atrapado en la historia desde el principio.
Poco a poco, Erick se fue dando cuenta que la lectura no era solo una actividad pasiva, sino una puerta a mundos infinitos. Descubrió que cada libro ofrecía algo diferente, una experiencia única que lo llevaba a lugares inimaginables.
Diana y Erick comenzaron a leer juntos, compartiendo sus impresiones sobre los libros que disfrutaban y descubrieron que la lectura no solo los enriquecía individualmente, sino que también fortalecía su relación al compartir ese interés común.