Siempre me emociona encontrar libros sobre dinosaurios. Era lo único que leía cuando era niño.
En ese tiempo, al entrar en las librerías, sentía que me embarcaba en mi propia aventura de búsqueda con todos los estantes extendiéndose frente a mi como un tesoro esperando a ser descubierto. Cada librero repleto de historias prometía llevarme a una época olvidada, cuando los gigantes gobernaban la Tierra.
Caminaba por los pasillos con mis ojos saltando de un título a otro, cada uno despertando mi curiosidad. Recuerdo cuando me lleve a casa “Dinosaurios del Jurásico”, “Enciclopedia Ilustrada de Dinosaurios”, “Aventuras Prehistóricas: Los Misterios de los Dinos”. Todos esos títulos que estaban allí, frente a mí, invitándome a sumergirme en sus páginas.
En ese momento, la librería se convirtió en mi propio mundo de dinosaurios. Me perdí en las historias, las ilustraciones y los conocimientos que absorbía, creando mi propio museo imaginario donde los dinosaurios estaban vivos. Y cuando dejaba la librería con mi tesoro de libros bajo el brazo, sentía una alegría indescriptible. Sabía que llevaba a casa una fuente inagotable de diversión.
Ahora, cuando vuelvo a encontrarme con esos libros no puedo evitar comprarme algunos. Mi amor por los dinosaurios nunca se desvanecerá, pues me prometí a mí mismo que seguiría explorando, aprendiendo y soñando con aquellos fascinantes seres prehistóricos.
Cada vez que regreso a la librería, sé que hay todo un mundo esperando por mí, listo para ser explorado y conquistado por mi insaciable curiosidad.