El tío Pano se levantaba antes del amanecer, desafiando al sol y a todo el mundo. Sus silbidos, tan enérgicos como el viento, resonaban por doquier, llenando el aire con su melodía única. Decían que eran para ahuyentar a los sustos, a esos seres misteriosos que se escondían entre las sombras.
La educación formal no era su fuerte, pues apenas había estudiado hasta tercero de primaria. La escuela no conseguía cautivar su mente inquieta y su espíritu libre. El tío Pano encontraba más placer en nadar en el estanque y explorar el cerro, siempre con una mirada curiosa hacia lo desconocido. Observaba el mundo con ojos ávidos, deseoso de descubrir qué maravillas le deparaba cada rincón.
La curiosidad lo impulsaba a experimentar y a jugar con todo lo que encontraba a su paso. No solo sacudía los panales para comprobar había miel, también combinaba objetos diversos, construyendo triques con pedacitos olvidados. Incluso contaba las estrellas que se colaban por una rendijita de su cuarto, embelesado por el brillo cósmico que se reflejaba en sus ojos.
El tío Pano guardaba un secreto en lo más profundo de su ser: su amor por los libros. Nunca reveló cómo llegaron a sus manos, aunque algunos sospechaban que quizás los había tomado prestados sin pedir permiso. Pero desde que el narrador de la historia tiene memoria, el tío Pano fue su único contador de historias fantásticas, un puente hacia viajes en el tiempo y a lugares exóticos y lejanos. Sus relatos eran tan vívidos y detallados que parecía haberlos vivido en carne propia.
Conocía el mundo de las hormigas como nadie y era un sabio de los grandes montes. Su conocimiento trascendía las páginas de los libros y se entrelazaba con su propia experiencia. El tío Pano parecía poseer una sabiduría ancestral, un don para entender la esencia de la vida y transmitirla a través de sus historias.
Hoy, con la llegada de un nuevo sobrino al mundo, el narrador rememora con cariño al tío Pano. Aunque ya no esté físicamente presente, su espíritu perdura en cada cuento contado y en cada chispa de imaginación que despierta en los corazones de aquellos que escuchan. El tío Pano dejó una huella imborrable en el narrador, recordándole que la magia se encuentra en cada rincón del mundo, incluso en los lugares más inesperados.