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Las librerías están vivas.

El coleccionista

Es relativo el valor que cada uno da a los libros, en ciertas ocasiones representan lo que estorba, lo que ya no cabe, historias vividas, algunas inconclusas, en algunas creencias,  incluso es lo que impide el flujo de “las energías”. Es muy sabido que guardan demasiado polvo, alimañas y cacharros de diferente naturaleza dentro de esas joyas que llegan a nuestras manos.  A veces uno queriendo o no, va coleccionando parte de esa historia.

Hace un par de meses, hablando con un cliente muy asiduo de la librería, me contaba que encontró una estampita con el nombre del anterior propietario, le comenté que se les llama ex libris; y él,  a partir de ese hallazgo inusual, comenzó lo que llama “una colección invaluable”. Desde entonces adquiere libros no sólo por el contenido, la estética o valor sentimental, también lo hace, para tener la etiqueta de pertenencia.

Ese mismo día a mitad de la charla, contaba que las fotografías para él son otro elemento, casi intrínseco, un verdadero vestigio que convierten a las bibliotecas en organismos vivos, ya que las fotografías traen detrás mucha historia, revelan la historia del hogar anterior del libro, ese momento en la vida de alguien más que quedo retratado para siempre y que por circunstancias extrínsecas ya no están con el dueño. Yo recordaba el día que un cliente de una edad un poco avanzada, regreso al siguiente día de haber vendido sus ejemplares porqué había olvidado dentro de uno de ellos, una foto de su ya difunto padre. La verdad es que el señor corrió con demasiada suerte, ya que, los que fueron sus libros aún no se habían llevado a bodega para continuar con el proceso de venta.

En el trabajo tenemos una regla muy particular y es que uno al momento de revisar los libros, no tira las fotografías, a veces en la revisión se procura entregar de mano lo que pueda haber dentro de los libros, sin embargo, se trabaja contra reloj y no siempre se consigue expurgar adecuadamente y es entonces cuando como cicatrices aparecen las imágenes de vacaciones, el nacimiento de los hijos, antepasados, el retrato dedicado a un amor.

Con el paso del tiempo, las experiencias vividas y por qué no, también con la madurez, he ido aprendiendo que los libros deben conservar dentro los objetos originales, separadores, cartas, fotografías, recortes de periódico, estampitas, cualquier objeto que te puedas imaginar son parte del libro, como lo es la camisa o el estuche protector. Así el libro, aunque sea tuyo, aún conserva esa pequeña parte de su antiguo dueño. Y el comprador, ahora es depositario de la historia completa, en la cual puede seguir escribiendo.

El coleccionista

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