Miro estas fotos que Alberto acaba de enviar desde Guadalajara, con solo una leyenda misteriosa: "Black Wednesday". Sonrío mientras deslizo el dedo para ver la segunda imagen. El pobre Alberto tomó la foto, acorralado entre lectores ávidos que parecen salidos de la nada un miércoles cualquiera.
El Gus quiere que prepare algo para nuestras redes. "Algo fresco, mi Jos", me dijo ayer. "Algo que capture la esencia de lo que está pasando en Guadalajara". Mientras observo las imágenes, intento recordar aquella idea que me compartió durante el café, algo sobre rituales y coincidencias que sonaba perfecto, pero que ahora se me escapa.
Lo que sí recuerdo claramente es la historia que nos contó Alberto hace unos meses. Cómo una tarde tranquila, casi al cerrar, mencionó casualmente a un par de clientes que "el próximo miércoles" llegaría una colección especial de literatura latinoamericana. Solo eso, un comentario al vuelo, sin darle mayor importancia.
Pero lo que Alberto no sabía es que esos dos clientes pertenecían al mundillo del libro de Guadalajara. Y que la noticia voló como pólvora entre propios y extraños.
El miércoles siguiente, Alberto abrió las puertas para encontrarse con una pequeña multitud esperando. Atribuyéndolo a una casualidad, les mostró los ejemplares prometidos. Pero algo extraño sucedió la semana siguiente: volvieron. Y la otra semana. Y la siguiente.
Sin proponérselo, Alberto había creado una tradición. Los miércoles se convirtieron en el día no oficial de las novedades en Librero en Andanzas Guadalajara. Ahora cada semana, estos cazadores de tesoros llegan temprano, rodean a Alberto, husmean entre cajas recién abiertas y en los libreros a medio acomodar, buscando “la pieza”, para encontrarla antes que nadie.
¿Ves la foto?, Alberto ya ni siquiera intenta luchar contra los bienaventurados invasores. Se ha rendido con gracia a este ritual que él mismo creó sin querer.
¿Cómo lo contaría yo? Quizás como el día en que los libros eligen a sus lectores. Como una conspiración nacida de la casualidad, o algo más cursi, jajaja. Como el miércoles en que Alberto pierde momentáneamente el control de su librería para que la magia del descubrimiento tome su lugar.
Creo que ya sé qué escribiré para acompañar estas fotos. Un pequeño homenaje a esos miércoles negros que Alberto espera con una mezcla de resignación y orgullo. Después de todo, ¿no es maravilloso haber creado, sin querer, un ritual literario que reúne a tantas almas curiosas, ávidas de encontrar algo nuevo entre libros viejos?
Black Wednesday. El día en que Alberto descubrió que una librería no pertenece realmente a quien la atiende, sino a quienes la habitan con su pasión.
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