En medio de las calles de Guadalajara, una librería en Manuel López Cotilla 805 se convierte en un refugio literario, donde el tiempo se detiene y las historias encuentran un lugar.
Aún faltaban algunos minutos para que dieran las cinco de la tarde y yo ya iba retrasado, caminaba por las calles de Guadalajara con la cabeza hundida en los pendientes de la universidad, fechas límite y papeles por firmar. El trámite esperaba del otro lado de la ciudad, allá donde las filas parecen eternas y el reloj se mueve despacio, como queriendo atormentarnos. Perdido entre listas mentales de cosas por hacer y pensamientos entrelazados, no reparé en que mis agujetas estaban desatadas, así que me detuve un momento, subí mi pie en un escalón junto a una fachada para anudar mi agujeta.
Levanté la vista, medio distraído, y me topé con una ventana grande, a través de ella, la luz escapaba hacia la calle. Era una librería, de eso no cabía duda. Los libreros se asomaban en señal de bienvenida, invitando a cualquiera que pasara por ahí. ¿Entrar o no entrar? A veces la mente toma decisiones sin consultar, y la mía empujó la puerta antes de que pudiera protestar. Dentro, el ambiente era cálido, con plantas adornando las esquinas y el aroma de papel nuevo y viejo entremezclándose en el aire.
Un hombre se acercó, saludo amable, “Bienvenido, adelante, puedes revisar lo que quieras,” dijo mientras extendía una mano hacia los estantes. Así que me sumergí entre libros, recorriendo novelas clásicas, autores desconocidos, aquellos que se leen en la preparatoria y los que se descubren por casualidad. Busqué con la mirada el nombre de Stephen King y, cuando por fin encontré uno de sus títulos, el librero, Alberto, se acercó. Era un fan de Stephen King, como yo. Nos enzarzamos en una conversación sobre el miedo primario de It, la crudeza de Misery, la desolación en Cementerio de Mascotas, y me fui dando cuenta de que había encontrado un lugar donde la conversación podía fluir libremente, donde el tiempo pasaba sin prisa.
Al final, me llevé Carrie y Cementerio de Mascotas. Ya no importaba tanto el trámite en la universidad, esos libros se habían vuelto un pequeño refugio que me acompañaría. Y aquella librería, un espacio donde siempre podría regresar cuando necesitara tomar un respiro de los relojes que avanzan sin tregua y las listas que nunca terminan.
Dirección de librería en Guadalajara: Calle Manuel López Cotilla 805, Americana.
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