Esta semana han venido a preguntarme por Hans Küng, Oliverio Girondo, Guy de Maupassant, William Faulkner y Anthony Giddens. Me emociona cuando buscan estos autores, aunque no siempre tenemos lo que vienen a encontrar. Y eso, te soy sincero, no me desanima. Las librerías de viejo —o de libros leídos, como los románticos les llaman ahora— funcionamos diferente: aquí los encuentros son más bien casuales, inesperados.
En lugar de hablarte de autores populares, te contaré sobre los 5 libros cuya venta más me emocionó, ¿qué te parece?
El martes vino un cliente desde Colima, un señor que visita nuestra librería al menos una vez al mes. Esta vez se llevó una pequeña colección de cuentos en checo que apenas nos había llegado. Tres tomos con tapas duras, bordes dorados y decorados en bajo relieve. Lo más sorprendente: al interior, las tapas estaban forradas con una tela estampada de pavorreales y la textura de las páginas era tan tersa que daban ganas de seguir pasándolas. Mi checo es inexistente, así que solo podía admirar las ilustraciones mientras él, sin dudarlo un segundo, decía "me los llevo todos".
Ayer entró un niño de quizás siete años, acompañado de su madre. Mientras ella revisaba nuestra sección de novelas, él encontró "El increíble niño come libros" de Oliver Jeffers, un libro infantil del Fondo de Cultura en pasta dura. Lo curioso es que una esquina parecía que estaba ligeramente dañada, como si alguien la hubiera mordido, lo que parecía fascinarle más que la historia misma. Lo abrió lentamente, revisó página a página con esa atención que solo los niños pueden prestar y no lo soltó hasta llegar a la caja.
Una venta que me dejó pensando ocurrió el lunes. Un muchacho alto, barbón, con una gorra negra tan gastada como sus pantalones de mezclilla, colocó silenciosamente "El hombre ilustrado" de Bradbury sobre el mostrador. Le pregunté si llevaba algo más y no respondió, solo buscaba en sus bolsillos, sacando monedas una a una. "Buen libro", comenté casi por decir algo. Detuvo su búsqueda y me miró sorprendido: "¿De veras? Ayer estaba tatuando a una amiga y me lo recomendó". En sus ojos había una mezcla de duda y expectativa. "La portada me llamó la atención, pero no sabía si valdría la pena". Le conté brevemente sobre las historias de tatuajes que cobran vida y se fue con una sonrisa, monedas contadas y un libro que probablemente cambiará su perspectiva.
Me llamó la atención un profesor de historia que se llevó la "Biografía del Caribe" de Germán Arciniegas, un ejemplar en excelentes condiciones. Lo hojeaba con esa reverencia que solo tienen quienes han buscado un libro por mucho tiempo. "Lo busqué en tres librerías de nuevo", me confesó, "pero costaba cuatro veces más y no trae los mapas originales". Hay algo especial en ver a alguien encontrar exactamente lo que buscaba, cuando ya había perdido la esperanza.
Y por último, algo que me recordó por qué hacemos esto. Dos chicas con uniforme de preparatoria entraron buscando un libro de texto. Al decirles que no vendemos libros de texto, estaban por irse cuando una decidió dar una vuelta. "Es que si no llevo un libro me van a regañar", le susurró a su amiga. Minutos después, la escuché exclamar sosteniendo un ejemplar de Los Agachados: "¡Mira, este es como el libro del que te hablé!". Resultó que su profesor de Ciencias Sociales había mencionado a Rius en clase. Verlas irse con ese libro, elegido por curiosidad genuina y no por obligación, me hizo pensar que quizás acabábamos de participar en el nacimiento de una nueva lectora.
Así pasan los días en nuestra librería de Guadalajara. No siempre tenemos a Faulkner o a Küng esperando en los libreros, pero siempre hay historias que suceden entre estos pasillos, tan interesantes como las que guardan nuestros libros. Estamos en López Cotilla esquina con Rayón, en la Americana. Date una vuelta, quizás la próxima historia sea la tuya.
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