Algunos teóricos piensan que el tiempo es relativo, su transcurrir depende de la perspectiva del observador y de las circunstancias físicas, en la librería damos fe de este poético suceso.
Algunos lectores por razones que se esconden tras sus miradas, prefieren las viejas ediciones de Alfaguara, ¿las recuerdas?, aquellas con tapas en cartoné con tonos gris y morado deslavado. Son ediciones valiosas en las manos de aquel lector que recuerda su andar por la tierra, las largas horas en el transporte, la espera ansiosa, el encuentro y la calma.
Algunos momentos se acumulan en estantes, uno a uno, algunos más memorables que otros, con ese porte elegante que tiene el libro, que se mantiene en pie como testigo del tiempo transcurrido.
Escucha canciones nostálgicas que nos ubican en la dimensión del recuerdo, tenemos memoria, recuerdos que se activan con el tacto y nos devuelven a otros tiempos.
Para los más jóvenes, encontrarse con ediciones como estas, podría ubicarlos en algo que pasa desapercibido, independiente al tiempo del calendario, somos susceptibles a mirar el abismo desde las cumbres, como lo hicieron tus padres y otros antes que ellos.
Este es un acto maravilloso en sí mismo, por eso la labor de preservación y de descubrimiento que ocurre en las librerías es maravillosa.
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